Sunday, November 20, 2016

Estables vs. Soñadores (I)


Imagina levantarte de lunes a viernes a la misma hora, ir al baño a lavarte los dientes, regresar a tu cuarto a cambiarte, tomar desayuno con un ojo mirando el reloj y pendiente de la hora. Imagina salir todas las mañanas a pelear contra el tráfico de inicio de día, ya sea detrás de un volante o abordando una unidad de transporte público, durante media hora o una hora si fuera el caso. Llegas a marcar tarjeta, para luego esperar la hora del almuerzo y calentar tu comida o ir a ver qué prepararon de menú. Pasado el almuerzo es hora de luchar contra el sueño de la digestión y esperar la hora de salida. Ya es casi de noche, y probablemente es momento de ir a casa para descansar. Mañana tocará hacer lo mismo, hasta que llegue el fin de semana. Y así llegará el fin de mes; hora de recoger esa cantidad de dinero por la cual estás intercambiando tu tiempo y tu energía. Y así sucesivamente, durante varios años. Esa jugosa jubilación estará cada vez más cerca.


Hora de empezar...


Escuché una frase que decía que “el cerebro trabaja desde que se levanta hasta justo antes de llegar al trabajo”. Por algún motivo me gustó y la recordé. Y es que nunca apunté a tener un trabajo con un horario fijo de lunes a viernes, a cambio de un pago mensual. Por supuesto que he pasado por ello, y si bien tiene muchas virtudes, la “estabilidad” nunca fue algo que haga que busque asentarme en un lugar ni visualizarme haciendo lo mismo durante años.




Creo que en gran medida se debe a que crecí viendo un modelo diferente. Mi padre pasó muchos años de su vida llevando un trabajo “estable”. Salía muy temprano de casa y retornaba en la noche a descansar para iniciar la misma rutina al día siguiente. En mi mente infantil de aquel entonces, esto era lo normal, no tenía otro modelo además de ese. Luego, por distintas situaciones, mi padre pasó a trabajar en un rubro diferente, pero esta vez como independiente. Más allá de las premuras económicas que esto conllevó, siempre tuvo un valor enorme para mí el ver que era dueño de su agenda, el ver que había días donde podía pasarlos trabajando desde casa, o salir a unas cuantas reuniones para luego volver. Cada día era diferente, en cuestión de horarios, obligaciones y compromisos. Vi ese “modelo de vida” y encajé inmediatamente con él. No me extraña esto ahora. Mirando lo que fue mi vida (y la de todos, excepto de dos personas que conozco que se educaron en casa), desde que tengo uso de razón todo ha sido una rutina. No trabajaba, pero tenía que ir al colegio de lunes a viernes, en los mismos horarios, siguiendo el mismo camino de ida y de retorno. Esto ocurrió durante los 11 años de colegio (uno o dos más si por ahí alguien fue repitente). Naturalmente, a mis 17 años, ya estaba podrido de las rutinas y al ver que mi padre tenía un “modelo laboral” diametralmente opuesto al que mi vida conocía, decidí que eso era lo que quería para mí también: trabajar desde casa, de forma independiente, manejando mis horarios y teniendo cada día diferente al anterior.




Por supuesto que todo quedó en pensamientos porque también pasé un tiempo breve trabajando de manera “estable”. Es curioso que, al recordar estos eventos, más sentido me haga la frase de líneas arriba, porque no recuerdo al detalle aquellos días donde mi mente se apagaba al llegar al respectivo “laburo”. Claro que tuve buenos momentos, muchas anécdotas y por ahí algunos amigos, pero de alguna forma sentía que ese sueldo a fin de mes me hacía perder algo más de lo que podía ganar.  


No pretendo dar el mensaje de que está “mal” o que trabajar bajo rutinas y horarios fijos sea lo peor de este mundo. Conozco a muchas personas que vienen trabajando bajo este sistema durante años, y están satisfechos con ello. Simplemente creo que no es lo mío. Hay cosas que ni MasterCard puede comprar, y es la sensación de libertad. Pero, para no ser injusto con el modelo “estable”, enunciaré algunas ventajas que pueden venir a mi mente: (…)



Entrada anterior:

Psicosis de los 30:

Siguiente entrada:


Balance del año 2016:
http://el-silencio-escrito.blogspot.pe/2016/12/balance-del-ano-2016.html


Sunday, November 13, 2016

Psicosis de los 30


Hola, me llamo Alonso, peruano de nacimiento, signo Géminis, coach y tengo 30 años…


Desde hace unas semanas, hay una pregunta que me rodea la mente de forma constante. Esta pregunta y las cuestiones que le siguen han logrado que me “cuelgue”, que me desconecte de la realidad y me traslade a un mundo abstracto de ideas sin ilación, con gotas de paranoia y alucinaciones. Creo que no es la llamada “crisis de los 30” porque al menos encontré lo que me gusta y me dedico a ello; no ando frustrado por no haber alcanzado mis sueños, ni tengo que aguantar a un jefe maltratador para conservar el trabajo. No tengo que dormir al lado de una esposa que no quiero, y cuidé mi cuerpo, por lo que no tengo hijos firmados o no firmados por alimentar. La pregunta en cuestión es “¿qué me depara la vida en los siguientes años?”




Pareciera que la vida te pone en la dicotomía de elegir estos caminos: el de la familia propia o el de la soltería adulta. El primero consiste en decidir si deseo convertirme en padre y “sentar cabeza” (porque es lo que ya toca, según muchos). El segundo camino es si deseo vivir mi vida en soledad. A veces me pregunto cómo sería vivirla como uno de mis ídolos de ficción, el Dr. Christian Troy de Nip Tuck: un hombre adinerado, con éxito profesional, que tiene a todas las mujeres que quiere; atormentado por dentro, incapaz de iniciar una relación por temor a ser lastimado; un no-humano, tan detestable a quien no puedes odiar sino admirar en una forma correctamente incorrecta.


Christian Troy


En mi vida, aparte de lo que hago que es coaching, no tengo claro qué es lo que quiero. No tengo un ambicioso plan para cuando tenga 35 o 40 años; en mi condición de soltero, no sé si quiero casarme o tener hijos (no puedo construir individualmente cosas que requieran de dos personas). Creo que quiero viajar más, hacer cosas diferentes, pero a veces no… Estoy en un punto de confusión y constante cuestionamiento sobre el orden normal de la vida, de las cosas. Nunca me identifiqué con el proceso de estudiar-trabajar-matrimonio-mantener hijos-jubilación. Pienso que en la vida hay muchas más cosas que el trabajar, que el llegar a fin de mes por dinero y es en esa búsqueda del qué, en la cual he estado últimamente. He parecido marino navegando en las Antípodas de mi mente. He tenido bloqueos mentales, subidas y bajadas de ánimo y es la primera vez que no tengo claro hacia dónde ir, lo que significa que las respuestas estarán por llegar.



"¿Hacia dónde voy? ¿Qué estoy haciendo? ¿Cuál es el significado de la vida?"


No todo es tinieblas; siempre he confiado en las causalidades de la vida, en las etapas y procesos que se componen de nuestro día a día. Felizmente ya encontré el “para qué” de mi vida: ayudar a los demás. Desde ahí empezaré a construir. Conversaba de estas cosas con una amiga, con quien tengo química por pensar de formas muy únicas en algunos aspectos. Su conclusión fue sencilla y poderosa: “no quiero no vivir”. A partir de eso, seguiré labrando mi camino hacia el destino (aún) desconocido. 


“¿Qué es la vida? Un frenesí…”


Entrada anterior:

Mi amigo Benito:

Siguiente entrada:

Estables vs. Soñadores (I)