Wednesday, February 15, 2017

Resaca del 14 de febrero


Y San Valentín se fue otra vez. Otro año más donde por un día podemos polarizarnos entre los lovers y los lover-haters (los también llamados grinch). Es el día de aquellos que aprovechan, aunque sea como única oportunidad en el año, para salir a las calles agarrados de la mano de sus parejas, comprar flores y regalar el globito que será exhibido orgullosamente. Las ventas de condones se disparan, los “telos” están llenos y tu Facebook se convierte en un foco de diabetes virtual por tantas fotos y corazoncitos. El amor está en el aire -y también en tu billetera.




Soy un lover-hater más que confeso. Año tras año esta fecha se convierte en una lucha contra el amor en el ambiente, contra las exhibiciones más clichés y más parametradas que puedan haber; la gran mayoría son salidas de las películas tipo chick-flicks, donde las pruebas de amor soñadas son refrendadas en las caras de las jóvenes mujeres para darles el mensaje de que esas son las cosas que deberían esperar de sus machos alfa. “Si de verdad te quiere, él [deberá]…”.


He pasado esta fecha tanto soltero como en pareja y, francamente, ninguna ha tenido un sabor diferente; sigue siendo un día más. Cualquier día puedes entregar un detalle, decir unas palabras o mostrar tu afecto hacia la gente que quieres. Ah, pero el 14 de todas maneras tienes que hacerlo y esforzarte. La presión social es enorme y aún mayor para los hombres. Ver a una mujer con un globo y flores nos lleva a pensar instintivamente que se los han regalado; ver a un hombre con las mismas cosas implica pensar que se las va a entregar a alguien. San Valentín pasó a ser la fecha donde socialmente estás compelido a dar algún regalo con alguna salida. Que la mujer no entregue algo, normal; viceversa implica tu muerte.




Algunos podrán pensar que muchos solteros nos oponemos a esta fecha porque precisamente estamos sin pareja. Como no estamos envueltos en la magia del amor, no tenemos con quien celebrar y nos arde ver al resto felices mientras otros caminan con saltos agarrados de la mano, rodeados de mariposas y con un enorme arco iris de fondo bajo el atardecer.  Pues no señores, a la gente como nosotros tanto algodón de azúcar nos empalaga, tanta cursilería artificial en un día es una bofetada a nuestro sentido común. ¿Qué celebran? ¿El día del amor y la amistad? Eso les dijeron que celebren, pero, ¿realmente saben por qué y para qué lo quieren celebrar? ¿Celebrar exactamente qué? ¿Y por qué justo en esa fecha?


Tanta muestra y exhibicionismo masivo degenera en una competencia improvisada de un día por demostrar qué tan feliz deseas aparentar que eres, por enseñarle al resto tus regalos, por decir “miren todos lo que me han dado y cuánto me quieren [y colabórenme con sus muestras de aprobación y admiración, por favor]”. Es un día que no está libre de envidia (yo también quiero lo que veo que tiene el resto). A algunos les viene la nostalgia, a otros la sensación de incomodidad por estar sin pareja. Estas cosas son contra las que nosotros los grinch nos manifestamos; preferimos ser auténticos y quedar como renegados sociales que hacer algo porque es “lo que toca”. No envidiamos, sólo observamos con compasión y displicencia cómo ustedes son contagiados por el virus de un día.  




Tal vez el mejor San Valentín sea el que no existe. Ese que se prolonga por 365 días, ese de la elección personal y no el de la presión social; ese que contenga tonterías de todos los días como palabras de afecto, abrazos y agradecimiento por el tiempo compartido; ese amor de los pobres de billetes que consiste en afecto humano; ese amor de los grinch de San Valentín, de los que queremos cuando nos nace y no cuando nos dicen que tiene que nacer.



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