Lejos de volverme un romántico o
alguien a quien lo impactó una flecha de cupido, esta entrada tiene un
propósito particular. Hace unos días fue el cumpleaños de la primera mujer de
mi vida: mi mamá (cero complejo de Edipo, valga la aclaración). Aparte del
saludo telefónico y preguntarle cómo está, qué tal está celebrando su
quinceañero, una forma mía y muy personal de agradecerle y felicitarla es
escribiendo. No le he escrito en su muro, tampoco he colgado una foto de ella.
Por algún motivo no me nace hacer eso ahora.
Tus tarjetas... |
Hace
unos días, justo el día después de su cumpleaños, encontré una carta que le
escribí hace algunos años. Muy académica, es cierto. En mi defensa, recién estaba descubriendo la emocionalidad. Recuerdo que fue producto de inspiración del
momento; sólo me senté y empecé a escribir:
“Querida mamá, sé que
últimamente no hemos tenido mucho contacto, al punto de sentir a veces que lo
hemos perdido. Soy muy consciente de que ello te genera incomodidad, nostalgia,
pesar y que puedas hasta pensar que soy un ingrato. No te escribo para decirte
lo contrario ni para llenarme de excusas; te escribo solamente para decirte que
comprendo cómo te sientes.
Ayer recordé con mucha
alegría cuando compartíamos día a día. Hacíamos las cosas más sencillas, desde
salir a caminar hasta acompañarte a cocinar; esperarte con muchas ansias a que
me recojas del colegio y contarte de mi día… Con el transcurrir del tiempo
todas esas cosas se fueron diluyendo. Yo me fui enfocando más a mis cosas, tú
viajaste y me fui desconectando de las personas esenciales en mi vida. En
resumen, crecí. Soy plenamente responsable por el nivel de nuestra relación
madre-hijo. Tengo la firme intención y compromiso de mejorar nuestra relación.
Imagino tu sonrisa al leer estas líneas y lo feliz que debes estar. Me disculpo
por todas aquellas ocasiones donde solamente llamabas para saber cómo estaba,
para solamente contarle a alguien de tu día y –por qué no- para compartir tu
soledad a la distancia, mientras yo andaba pensando solamente en mí y en mi
propio mundo.
Hoy y ahora es el mejor
momento para mejorar, para unirnos y crecer aprendiendo el uno del otro. Estoy
muy agradecido con el universo por tener una madre como tú. Una mujer amorosa,
sensible, que daría todo por sus hijos, porque ama de manera incondicional y
porque aprecia la grandeza de las pequeñas cosas.
Con estas líneas te
invito a un nuevo comienzo. Quiero ser un mejor hijo y que tú te sientas
orgullosa como madre. Lamento no haber estado atento a tus deseos y
necesidades. Todo ello cambiará y mejorará a partir de este momento. Gracias
por tu comprensión y por tu infinito amor. Gracias por existir y por darme la
vida.
Te mando un fuerte abrazo
y besos, de esos que te daba cuando era niño, de esos que quiero darte cuando
te tenga frente a mí para hacerte sentir la mamá más feliz del mundo”.
Cuando
le mandé esta carta no pude ver su reacción, como tampoco podré verla cuando
lea esto y la recuerde de nuevo. Conservo aún las tarjetas que me mandó a lo
largo de todos estos años. Cada una era especial, única y creo que fueron los
mejores regalos a lo largo de estos años; más que cualquier tontería
tecnológica que mi mente de adolescente pudiera querer en ese entonces. Siempre
las atesoré… Ella inició esta cadena de escribir y yo la continúo. Tal vez por
ella sentí el impacto que pueden tener las palabras cuando se dicen de corazón,
y quién sabe, de una u otra forma sembró mi gusto por escribir.
Por
alguna razón extraña me nació escribirte por aquí, María. Esta es otra forma, un
poco más memorable, de saludarte por tu día. Memorable porque podrás releerlo
cuando gustes. Te saludo por aquí, a través de mi blog, porque disfrutas de lo
que escribo (aparte de que soy tu hijo y si escribiera muy mal, igual te
gustaría y no me dirías lo contrario); esta es una pequeña forma de regalarte
algo, una tarjeta virtual, como las de papel que me mandabas todos los años.
Espero que esta sea igual de buena y pueda despertarte al menos la milésima
parte de alegría que me despiertan las tuyas. Feliz cumpleaños, querida mamá…
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