Sunday, October 16, 2016

Sobre la muerte...


En lo que va del año, tengo la triste cifra de haber asistido a dos velorios, y el número de fallecidos de familiares o amigos de gente que conozco es significativamente mayor. Esta estadística, sumada a unas cuantas ofertas para contratar seguros de vida, me hicieron darme cuenta de que este año, la muerte ha sido un tema más recurrente.




En mis 30 años de vida, nunca me ha tocado enfrentarme directamente a la muerte. No he sufrido la pérdida de un familiar cercano ni la pérdida de un amigo. Conozco la muerte en teoría, pero nunca la he sufrido con alguno de los míos. A estas alturas del año, no puedo evitar preguntarme quién más se va a morir y también cómo reaccionaría cuando me toque hacerle frente a algo tan cotidiano de la vida como la muerte.


La verdad es que no sabré lo que es hasta que me toque vivirlo. Conscientemente, me aferro a las cosas que aprendí en un retiro de meditación de 10 días, como una forma de procesar el futuro incierto.


La primera idea que me llamó la atención fue que cuando alguien parte de este mundo, no lloramos por la persona que se ha ido. En realidad, lloramos por nosotros mismos; lloramos porque vamos a extrañar a esa persona, porque no la veremos más físicamente. La persona que se fue (a donde quiera que se haya ido), en mejor lugar no puede estar, definitivamente estará mejor que en este mundo. La muerte se ve como una promoción, un ascenso. Si te enteraras que uno de tus seres querido recibió una promoción, un ascenso y se va a un lugar mejor, ¿llorarías? Si la respuesta es sí, adelante. Ten en cuenta que lloras por ti y no por el fallecido.




Una segunda idea que recuerdo es que celebramos y abrimos los brazos a la vida y le tememos tanto a la muerte, cuando en realidad una no podría coexistir sin la otra. Le damos la bienvenida a un bebé, pero decimos “adiós” con el corazón en la mano cuando llega la muerte. Asistimos de luto a los velorios y entierros, damos el pésame y acompañamos como forma de apoyo al familiar. De hecho, es una concepción y práctica bastante occidental. En otras culturas, la muerte se celebra con una fiesta a nombre del fallecido, donde se le recuerda con alegría y agradecimiento por los buenos momentos compartidos. Se elevan plegarias por su bienestar, donde sea que se encuentre y se celebra como un paso hacia adelante en el camino astral. De locos, ¿verdad? Todo se trata del cristal con el que se mire, por más irreal que pueda sonar en esta parte del mundo.




Como mencioné líneas arriba, no me ha tocado aún estar del otro lado en un velorio; no me ha tocado pararme, vestido de negro, a recibir los infinitos “pésame” de las personas que vengan a acompañarme en mi momento de tristeza. Creo que sería lo último que desearía escuchar, y tal vez desearía no escuchar; que no me digan algo, sino que me acompañen con su silencio. En mis dos visitas a velorios no he encontrado palabras para decir y pienso que a veces el silencio y un abrazo pueden decir mucho más que todos los “pésame” juntos.


Me aferro a estas ideas como un preparativo, porque no hay algo que pueda hacer para cambiar el curso natural de la vida; me aferro a estas ideas como una forma de estar listo para dejar de pensar en mí en esos momentos y alegrarme porque mi ser querido se fue a un lugar mejor: se fue a su propio espacio de cielo.



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