“El amor vendrá, vendrá, vendrá…” dice una
vieja canción del Grupo Niche. De hecho, siempre viene, siempre se va y muchas
veces llega cuando menos te lo esperas. Con el perdón del autor de la canción
antes mencionada, en estos momentos pareciera que el amor lo único que hace es
irse. “El amor se va, se va, se va…”. ¿Y por qué lo digo? En mi entorno cercano,
el equipo de los solteros va ganando en número de adeptos frente al equipo de
los que están felizmente enamorados o en un matrimonio. Salvo unos pocos, la
gran mayoría son solteros, y sin deseos de tener una relación. La gran
respuesta que dan, en forma de pregunta al universo, es “¿para qué? Si así
estoy bien, estoy tranquilo”. “¿Casarme? Los tiempos han cambiado”.
Lejos
de tomar partido por los pro o anti relaciones, o comentar sobre lo que es
estar enamorado de alguien (o felizmente enamorado de uno mismo), lo que me
llama la atención es que casi todos tienen claro cómo debería ser su pareja
ideal. Pueden describir físicamente a este ente, con lujo de detalles y tienen
un largo listado de las cualidades que dicho hombre o mujer vanagloriado(a)
deberá tener para sacarlos del mercado de los solteros. Alguna vez me dijeron
que para atraer a mi mujer perfecta primero debía “construirla”; ejercicio que
hasta la fecha no he hecho ni tengo ganas de hacer. Por supuesto, que si me
preguntara físicamente cómo me gustaría que fuera, sería como Julie Condra, (o
Madeleine, de “Los años maravillosos”), mi crush
televisivo; la mujer responsable de haber visto el mismo episodio incontables veces, cual idiota. Soñar
no cuesta nada…
La
pregunta “¿cómo sería tu mujer/hombre ideal?” tendría tantas respuestas como
personas. De lo que he escuchado de parte de las mujeres, buscan un hombre fiel,
detallista, romántico, sensible, leal, gracioso, que le gusten los niños, etc.,
etc., etc. Por el lado de los hombres, la mujer debería ser paciente, nada
celosa, que le dé sus espacios y tiempos, que no se moleste cuando sale con los
amigos, hacendosa, dulce, tierna, comprensiva, bla, bla, bla…
Julie Condra. (Te maldigo porque te envidio, Kevin Arnold). |
Escuché
una conversación sobre este tema que hasta ahora recuerdo, la cual contiene el tema
central de esta entrada. Se trataba de una pareja de amigos que estaban
charlando sobre relaciones. Parecía que la chica andaba en su fase “antihombres” y hablaba de las
desventuras que había vivido con los malvados ogros hombres. El hombre la
escuchaba y apenas emitía palabra. A lo mucho uno que otro sonido gutural a
modo de asentimiento. Hasta que de pronto, el hombre le lanza la pregunta en
cuestión: “¿Cómo sería tu pareja perfecta?”. A la chica se le iluminaron los
ojos, presa de la ilusión de imaginarse a su príncipe azul. Inmediatamente
respondió que su siguiente pareja debería ser bastante romántico y detallista,
que la haga sentir especial cada día. Que la llame y le escriba mensajes
durante el día; que sea dulce con sus palabras y la haga sentir protegida. Este
hombre deberá ser íntegro con sus palabras, decirle siempre la verdad y no
ocultarle cosas; que la ponga siempre en primer lugar y le haga saber cuánto la
ama. El hombre continuó escuchándola mientras su interlocutora seguía creando a
este ser maravilloso para ella. De pronto, el rostro del hombre esbozó una
ligera sonrisa y le dijo: “Veo que tienes clarísimo lo que debería tener tu pareja.
¿Me permites hacerte una pregunta?”. Ella respondió que sí, curiosa e intrigada
por la sonrisa dibujada en el rostro de su amigo.
“De
la forma en la que vienes actuando con los hombres, ¿crees que esta persona se
fijaría en ti? ¿Quién estás siendo tú para atraer a este hombre que me acabas
de describir?”. Del rostro de la mujer se borró todo remanente de ilusión; parecía que algo se hubiese roto, y
empezó a llorar. El hombre, como siempre pasa, no supo qué pasó ni qué tenía la mujer, e intentó consolarla.
Algo así era el rostro del hombre luego de hacer la pregunta. |
No
sé cómo continuó la conversación porque me tenía que retirar del lugar,
pero me fui pensando en esas preguntas. Siempre he escuchado, y yo también en
algún momento he caído en ese juego, de cómo debería ser la persona para que
nosotros nos sintamos a gusto y podamos atrevernos a involucrarnos a un nivel
más personal. Normalmente se habla del otro y de las cosas que debe y no debe
tener. Lo que me pareció genial de la pregunta del hombre fue que esta vez se
enfocaba el tema de las relaciones desde el lado personal, desde quién estoy
siendo yo como persona ahora, para poder atraer a la persona ideal; qué “oferta”
estoy siendo yo para atraer a una persona buena e ideal para mí. Si
constantemente me quejo o ando diciendo cómo debería ser el resto, poco o nada
de atención presto a las cosas que a mí me faltan mejorar. Aquí el problema ya
no son los hombres o las mujeres que te han tratado mal; la oportunidad es uno
mismo, de seguir creciendo, mejorando y tener a partir de ello, relaciones más sanas.
A partir
de esta conversación me hizo sentido la frase “tienes la pareja que te
mereces”. Si te quejas de tu pareja, felicidades, tú eres tan igual o más que
él/ella, porqué tú lo(a) elegiste. Al final, todo se trata de uno mismo y de
las personas que atraemos a nuestras vidas. Para mí, ello supone un momento de
reingeniería personal de duración indefinida, tan silencioso y hermético como
cuando he tenido enamorada (nadie o pocos se enteran). “Maldito” camino interminable
del crecimiento personal…
Por eso no salimos con parejas... |
Como
nota final, quiero resaltar que no fui yo el hombre-sonriente-destruye-ilusiones
de la historia. Soy consciente que mi prontuario de insensible, emocionalmente flat y sarcástico me puede condenar
anticipadamente. “Por la Sarita”, que [esta vez] no fui yo.
Si
bien esta anécdota no te cambiará la vida, sí me pareció interesante de contar.
Mis amigos solteros y yo seguiremos mofándonos del amor, nos revitalizaremos hablando
de las bondades de nuestra soltería y miraremos con asombro a toda persona que
esté felizmente enamorada (y convencida) de su estado civil. Nos haremos
compañía porque no deseamos ser mal tercio al salir con parejas de amigos y si
por ahí hay alguna memoria alegre con nostalgia, las tendremos para nosotros y no manifestaremos nuestro sentir. Del
otro lado, del de los enamorados, probablemente nos miren como unos parias,
como personas miedosas que no se atreven a “abrir sus corazones” y por ello nos
estamos perdiendo las bondades de un(a) compañero(a) sentimental.
En
nuestra defensa, la canción de Niche aún no se aplica a nosotros…
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